jueves, 16 de febrero de 2017

he entregado mi cuerpo a un hombre bueno




I

Permito ser cruel al animal. Lo acojo en mis manos y
lame mi cuerpo, como si hubiera alguna herida abierta.
Nadie más podrá tocarme porque solo él
me sujeta como si fuera a morir. Quédate.

No puedo ofrecerle mi cuerpo porque no sé cuánto voy a quedarme aquí.
No tengo nada.
Pero nazco. Nazco con la marca: me interrumpo. No termino nunca ni consigo llegar para quedarme.
Termino aquí para no perderme. Me sujeta como si fuera a morir. Quédate conmigo.

Quiero quedarme con él pero no tengo dónde.
Me entrego y suplico:
acaba conmigo
o mátame.








II


Permito ser cruel al animal porque ha venido a curar la herida pero no a salvarme.
Permito ser cruel al animal porque él conoce el principio de la herida. Permito ser cruel al animal porque no me conoce.
Recojo al animal y tiembla en mis manos.
El animal herido no quiere la salvación sino la cura. Prometo ser cruel al animal porque no conozco el principio de la herida.
Prometo ser cruel al animal que recojo entre mis manos y tiemblo.
Dejo pasar al animal por el principio de la herida. Entrar.
Me ofrezco vulnerable al animal: quiero contarte de una vez y para siempre quién soy y qué puedes esperar de mí.
Decirte: necesito estar fuera de mí y que me recojas cuando vuelva.
Me hubiera gustado no pasar de puntillas por el borde, caer en serio a tu voluntad y en rotundo.
Llegar a un acuerdo simple: protégete de mi dolor para salvarte.

Yo sí puedo morir por ti. Yo sí puedo acercar el arma a tu mano y atraerte, cariño: es justo aquí
donde se acaba.







2015
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