martes, 29 de marzo de 2016

1:41


Hombre, cuánto tiempo. Me venía rondando la idea de volver por aquí. Ya sabes, volver de verdad. Escribir sobre mi vida como si le fuera a importar a alguien o como si no fuera a leerlo nadie. En realidad siempre se trató de eso, ¿no crees? Contarlo todo para nadie pero con la esperanza de que entrara alguien. ¿Sueno lo suficientemente infantil para un blog? ¿Sueno lo suficientemente infantil para una persona que sigue publicando en un blog en 2016? ¿Que sigue publicando en un blog con veintiocho años?

Ay, la puta. Tengo casi treinta años.

En realidad tengo casi treinta años desde hace bastantes años. Qué suplicio cada cumpleaños, ¿eh?

Tú lo has vivido, claro. Te hablo como se le habla a un diario. A ti, seas quien seas. Hola.

Tengo una sensación rara. Creo que no necesito escribir más.

Imagínate: no necesito escribir más. La felicidad era esta vida sencilla. Ya no me creo nada. No necesito escribir más: ya no me creo nada.

Ahora me acerco a la joven que empezó el blog y le digo: Ey, no te creas nada. No publiques. Es todo mentira. Tienes que ser alguien antes de empezar a ser alguien. Nadie hablará de ti cuando hayas muerto. Ni siquiera los que te pidan el libro para hacerlo o vengan con la tontería de concertar una entrevista. A nadie le interesa lo que escribes. ¿Ves ese autor feliz con su nuevo libro? No va a ver un céntimo de las ventas. No van a organizarle ni una sola presentación fuera de su ciudad. No merece la pena.

Vende más una vida por Instagram y una cuenta bloqueada en Facebook que el mayor de los poemas. Los mejores de nuestra generación están fuera de todo este circo. No llegaremos a conocerlos.

O lo harás y te darán miedo.

La verdad es que no quiero hablar de esto.

En realidad, quiero hablar de la verdad en tus ojos, del amor y de tus manos tan preciosas. Pero no sé escribir desde la felicidad sin ser patética.


En serio, quiero tanto escribir sin miedo.

Pero tengo veintiocho años y siento que cada palabra pesará más que cualquier foto. Mi imagen no vale tanto. Puedo aparentar este carácter infantil y no valdrá tanto como demostrar que sigo escribiendo de la misma manera que hace diez años.


Pero ahora amor de tal manera y estoy tan a salvo. Cierro la puerta y estoy a salvo. No tengo miedo.

Ojalá poder escribir así de fácil:

Cierro la puerta y estoy a salvo. Puedo ser libre sin hacer daño.

Por ejemplo. Nadie.

Por ejemplo nada.

Por ejemplo nadie me ha visto como tú me ves.

Me haces feliz.
No necesito nada más.



8 comentarios:

  1. Me gusta que seas feliz.

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  2. Tienes mucho que decir, no cierres la puerta, las oportunidades siguen ahí fuera y el mundo se perdería mucho de ti, amiga. No te me pierdas, que es difícil que alguien te lea de verdad y te valore, es difícil, pero no imposible. No sabes cómo te comprendo, cuántas veces pienso lo mismo, siento lo mismo. Pero tirar la toalla... ¿cuando tu esencia misma brilla al escribir? Será como perderte a ti misma, ser deshonesta con tu yo más auténtico, como traicionarte. Por favor.

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  3. ¡Ay, niña! Yo tengo 56, casi 57, y aquí sigo... Pero seguiré escribiendo mientras siga respirando, porque para mí es lo mismo. Si no escribo, no respiro.
    Y soy feliz. Sí, lo soy. Todo lo feliz que yo misma me permito ser cada día. Porque la felicidad es una actitud, no algo que te venga con las circunstancias, ni con el día... Porque no importa que estés nostálgica, o incluso muy triste... Puedes elegir ser feliz. Ya sé que parece una contradicción, pero no lo es. La tristeza, la nostalgia, pasan; tu decisión de ser feliz a pesar de ellas y de todo, no pasa. Porque si es una decisión profunda, nada ni nadie la puede anular.
    Date permiso para ser feliz.
    Un fuerte abrazo.
    Edurne.

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  4. Suelta, Déjate morir... para poder DAR, DARTE VIDA



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