lunes, 15 de julio de 2013

Diario de un adolescente de pelo raro, de Jorge Heras "Baptiste Bleu"

DESCUARTIZAMIENTO
El descuartizamiento en siete, catorce, veintiuna o más partes, siempre múltiplos de siete, es equivalmente jeroglífico del principio cabalista que separa las letras del alfabeto hebreo y la Cábala misma. Osiris, por ejemplo, fue despedazado en catorce parte, como la Coyolxauhqui, diosa lunar azteca. Soñar con la visión de personas o animales despedazados implica siempre la necesidad de destruir algo para rehacerlo mejor y por regla general alude a la propia vida de quien sueña, en el sentido de que debe renunciar a muchas cosas que considera esenciales en su vida a fin de poder esperar algo positivo de ella. Es otra de las formas en que los sueños indican al durmiente la conveniencia de una actitud de borrón y cuenta nueva1.




Prólogo a Diario de un adolescente de pelo raro, de Jorge Heras "Baptiste Bleu".





Sal conmigo bajo la lluvia.

Yo he sido yo por unos ratitos. Cuando no he estado aquí. He sido yo de camino a casa por Wittelsbacherring a bajo cero comiendo patatas fritas y escuchando Klaus & Kinski. No ahora. Trataba de ubicarme, perdón. Hola Jorge. He leído y releído Diario de un adolescente de pelo raro y todavía trato de centrarme. Hacía tiempo que no leía algo así. Ya sabes cómo están las cosas. La gente pide cosas claras y directas, y el aquí y el ahora, y bueno, no voy a ir por ahí, no me gusta comparar, solo diré que he disfrutado mucho de este viaje, como si hubiera sido un sueño lúcido. Diría pesadilla incluso, y esto no es peyorativo sino todo lo contrario. Esta noche víspera de día de fiesta no salí. El insomnio es siempre muy solitario, pero cuando sabes que la mayoría de la gente también está en vigilia, pero fuera de sus casas, como que se hace más patente, no sé si me explico. El caso es que esta noche me estoy sintiendo especialmente sola. He leído de nuevo tu poemario, he soñado con él lo que no puedo porque no duermo, y me he acordado de la primera semana que pasé en Bayreuth.

La primera semana que pasé en Bayreuth, y todas las que siguieron, la verdad, pas(e)aba mucho sola. Se hacía de noche pronto (o de pronto anochecía). Llovía.
Llovía. Y fue el sonido de la carretera mojada lo único que me recordó al resto de lugares en los que he estado en la vida. Tú mencionas la lluvia siete veces en el poemario y esta noche llueve. Es el mayo más inestable de la (mi) historia, y el frío parece patentar la soledad. Dices: mi soledad de piscina en invierno.

Espera, quiero parar un momento.

Hacemos un corte.

Leo en mi Enciclopedia de los Sueños2 que el siete es el número de la feminidad cósmica que determina y actúa en cada mujer y que sus múltiplos señalan las diversas etapas de la vida: niñez hasta los 7 años, adolescencia hasta los 14, jueventud hasta los 21, integración hasta los 28, plenitud hasta los 35, dominio hasta los 42, meseta hasta los 49, madurez hasta los 56, mundología hasta los 63 y recolección durante tres sietes más, hasta los 84 años.

Hacemos un corte, así, sin venir a cuento. Trato de hacerlo limpio, sin embargo, porque las letras no sangran, pero el resultado es tan inquietante como podría haberlo sido de haber derramado sangre. La verdad es que me duele.

Paseo a rastras sin cuerpo bajo esta lluvia sacada de contexto. Como mi cuerpo, que también está fuera de. Me balanceo en los columpios de estos parques sin niños. De estas ferias en las que ya no hay nada que celebrar, solo dar vueltas con este corazón que se hizo similar a la noria.

Hacemos un corte, otro más. Porque Diario de un adolescente de pelo raro tiene muchas mutilaciones. Ya no sé si estoy hablando con Jorge o contigo; solo soy una cabeza rodante, o una mujer sin pomo ni gozne. Pero sigue lloviendo. Y la calle no pertenece a ningún sitio -es la calle como yo-, sino la palma de una mano con la línea de la vida demasiado corta.

Este poemario se vive en cuarenta y cinco minutos, como un sueño lúcido. Se interpreta a gusto del consumidor. ¿Es dolor, infancia, desamor o un estado de sitio?

Yo te cojo de la mano al final, eso sí,
para pedirte que salgas conmigo bajo la lluvia.

Dónde queden nuestros cuerpos quiénes seamos o dónde estemos será lo de menos.






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1Armando Carranza. Enciclopedia de los Sueños. Barcelona, Planeta, 1996.

2ibíd

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