lunes, 19 de noviembre de 2012

El sueño de los 20


La belleza es como el alcohol o el confort, te acostumbras a ella y dejas de prestarle atención.Louis-Ferdinand Céline. Viaje al fin de la noche.






La niña de cabellos rizados casi cobres se ha despertado del sueño de los veinte. Los treinta vienen cargados de responsabilidades y hostilidades. Los treinta llegan con asedios y guerras. La niña de cabellos rizados casi cobres hace la maleta, dice volveré pero huye de un estado de sitio. El señor por el que se quedó cuando los treinta parecían aún tan lejanos, el señor que contrajo, como se contrae una enfermedad, la manía de escribir; como se contraen los virus o los matrimonios, como se contraen los músculos, como se contrae el amor, así, en definitiva: la enfermedad; aquel señor, se queda. Con su manía y la fealdad del mundo -frente a la gracia de la bailarina- vomitada con garbo en el papel. Para el escritor pasa de manera diferente el tiempo, y aunque no concibe el final de los veinte de manera consciente, siente la ausencia cuando bosqueja a sus personajes femeninos. Le falta Elizabeth Craig.

La mujer, lejana nínfula, cumple los treinta en Los Ángeles. Ya es demasiado mayor para ser bailarina, ya es demasiado mayor en los años treinta para ser, pero sigue siendo hermosa y sigue manteniendo el ritmo -y el equilibrio- y vuela más que camina, con la levedad que solo tienen las mejores bailarinas. Comosinadarasirenaentierrayenelaire. El escritor ha perdido el contacto con la estética. París ha perdido la magia, la absenta, la bohemia; París tiene miedo, Europa tiembla de frío. El escritor bosqueja personajes femeninos para Viaje al fin de la noche pero siempre está ella. En cada página. En Molly. En Lola. Siempre. El problema de la realidad-ficción. Siempre. Y en todas las frases que se quedan en su mente. Ahí. Siempre Elizabeth Craig.

El hombre, enfermo, corroído por la tinta, el insomnio y la espera, arrastra su cuerpo, como si le hubiera sido amputada alguna parte, cinco mil seiscientas cincuenta y ocho millas hasta ella. Mais elle n'est pas elle. Y Céline se prepara para una noche abocada a la pesadilla.

La bailarina ya no ama al escritor. Se acabó el juego del mismo modo que se terminó la belleza. Ya no hay diversión en el placer de observar y tocar la carne joven. Ya no hay interés en la estética del sexo. No hay interés de vouyeur en Céline por las lesbianas.

Por qué querría estar con un hombre que ya no quiere compartirme. Cómo querría estar con un hombre que me envejece. Soy demasiado hermosa para.
Cómo explicar que ya no busco la belleza. Busco el placer en la vida. La estética en la erótica femenina. La belleza en Kane-María Janses ha muerto sin ti entre sus brazos.
Ya no eres aquel hombre. Ya no podrías ver la belleza en ninguna parte. Te han cegado los treinta. Ya no somos los mismos. Te has acostumbrado a la belleza.

Por qué me fui de la escena del crimen sin dejar rastro. Quién era yo para abandonarte. Quién era yo para merecer este papel en tu vida. Quién era yo y cuántas más hay ahora con mi nombre. Tantas con mi nombre y ninguna, como yo, que te conozcan. Quién eras tú para quererme. Quién eras tú para inmortalizar y relegar mi imagen a tu historia. Quién eras tú más que yo para darme un trozo de tu vida. Qué vida es aquella que tuve. Ninguna. Para que tú no pudieras formar parte. Quién era yo y qué vida era mi vida. Un punto en la nada. Mi vida un párrafo una descripción superficial. Tu breve y único amor verdadero: la dedicatoria.

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