lunes, 10 de noviembre de 2008

Yo violé a mi musa. O lo intenté.




Adriano Manzanares






Anoche entré en el armario. No he comentado nada al respecto hasta ahora y no sé muy bien porqué, ya que es una de las mayores desazones que he tenido desde que llegué a esta habitación. El armario.
Todas las noches he estado oyendo voces difusas, un murmullo incesante y denso. Pensé que me estaba volviendo loco, pues esas voces las sentía dentro de mí, en mi mente, producto de mi imaginación. Puede que por eso no escribiera sobre ello, para no admitir mi enajenación.
Hasta ayer por la noche no me atreví a abrirlo.

Dentro vi a la dueña de mi locura, la mujer sobrenatural de ma´s de veinte voces.

Al acercar mis manos sobre a su pecho, mis uñas crecieron como hiedra y le cubrieron por completo.
Era mi musa, era Dafne. Era hiedra, parte de mí; es mía.
Nunca he visto algo tan bello.

Quise que fuera ma´s mía, MA´S PARTE DE Mí. Quise cubrirla, rociarla, alimentarla de mi vientre y mi sexo, pero ya casi no me quedaba vida humana (¡a mí!) porque yo por completo también me estaba convirtiendo en hiedra.

Y entre mis hojas como guerrilleros aparecieron amenazantes decenas de hormigas y arañas. Arañas que se encaminaron hacia mi rostro y ocuparon mi boca, apartando con sus patas mis dientes, anidando en las encías.

La sangre que caía de mi boca sobre mis hojas despertó en mí una nueva sensación repugnante, como la vergüenza que sientes cuando justo antes de correrte pasa ante ti una imagen que aborreces (o quieres demasiado).

Ese pudor adolescente, ese sentimiento de culpa católico – castrante, despertó mi parte humana y poco a poco fui dejando de ser vegetal. Ella, mi musa, también recuperó su forma, y desnuda cayó al suelo, igual que si hubiera vivido su primer orgasmo.

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